Las neoplasias mieloproliferativas (MPN) suelen cursar con fatiga, síntomas constitucionales, alteraciones gastrointestinales y riesgo de complicaciones cardiovasculares. La alimentación puede contribuir al manejo de los síntomas de varias formas:
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Inflamación y síntomas generales: una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y grasas saludables (como el aceite de oliva y el pescado azul) puede ayudar a modular la inflamación y mejorar la sensación de energía.
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Riesgo cardiovascular: reducir azúcares añadidos, ultraprocesados y grasas trans favorece un mejor control del colesterol, la glucosa y la presión arterial, relevantes en pacientes con MPN.
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Síntomas digestivos: adaptar la dieta a la tolerancia individual (p. ej., control de la fibra en caso de diarrea o estreñimiento) puede mejorar el confort gastrointestinal.
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Masa muscular y estado nutricional: asegurar un buen aporte de proteínas y calorías ayuda a prevenir la pérdida de masa magra y la fatiga asociada.
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Micronutrientes: mantener niveles adecuados de hierro, vitamina D y antioxidantes puede apoyar el estado general y la función inmune.
En resumen, no existe una dieta “curativa” para las MPN, pero una alimentación antiinflamatoria, cardioprotectora y adaptada a los síntomas individuales puede mejorar la calidad de vida y reducir el impacto de la enfermedad.
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DN Carla Not