La Sociedad Española del Dolor constata
que cuanto mayor es el índice de masa corporal mayor es la intensidad del
dolor, muy especialmente si se trata de dolor
articular o de espalda.
Los trastornos de dolor más comunes
relacionados con el sobrepeso y la obesidad son el dolor de espalda baja y la
osteoartritis, pero más allá del dolor “mecánico” también se asocia otro tipo
de dolor, el neuropático, como la neuralgia del trigémino, el síndrome del
túnel carpiano e incluso la migraña
o el dolor de cabeza tensional. Si
la persona además de obesa es diabética aumenta el riesgo de polineuropatía
diabética. Por el contrario, al tener una menor densidad de fibras nerviosas en
la epidermis también hay una alteración
en la sensibilidad.
En un estudio con gemelos, Lisa Wright
de la Universidad de California, determinó que los gemelos con sobrepeso y obesidad
eran más propensos a padecer dolor de espalda baja, dolor de cabeza tensional o
migraña, fibromialgia, dolor abdominal,
y dolor crónico generalizado que los
gemelos con normopeso.
Sedentarismo
Una de las principales causas para
padecer “dolores” es el la falta de
actividad física, un factor de prevención que escasea en la población obesa
y con sobrepeso.
Según un estudio de Paul Mork, de la
Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, los varones que practican 2h o más
por semana de actividad física tienen un 25% menos de probabilidades de sufrir
dolor en la zona lumbar y un 20% menos en la zona de cuello y hombros, en
comparación con sedentarios. En el caso de las mujeres los porcentajes
disminuyen a un 8% menos en zona lumbar y un 9% menos en cuello y hombros.
En cambio los varones obesos son
casi un 21% más propensos a desarrollar
dolor crónico en la zona lumbar y un 22% más en hombro o cuello, en
comparación con los varones en normopeso. En el caso de las mujeres con
obesidad los valores se mantienen similares, un 21% más propensas a dolor
lumbar y un 19% en hombro o cuello.
El coautor de dicho estudio está convencido de que el ejercicio moderado (una hora o más por semana) "de algún modo, puede compensar el efecto adverso del sobrepeso y la obesidad en el riesgo futuro de desarrollar dolor crónico".
La grasa, hace más que ocupar espacio
Hasta no hace mucho se pensaba que la grasa era un mero espectador, un depósito con la única función de almacenar ácidos grasos. Nada más lejos, hoy se conoce que el tejido adiposo tiene cierto poder endocrino, es capaz de secretar sustancias que alteran la bioquímica de nuestro cuerpo, igual que pueden hacerlo determinadas glándulas. Dicho poder aumenta cuando la cantidad de grasa es más alta, como en las personas obesas o con sobrepeso elevado.
Las adipocinas o
adipocitocinas son las proteínas secretadas por el tejido adiposo, entre ellas
destacan ASP, TNF-a, IL–6, la resistina, la leptina y la adiponectina, algunos
de ellas pueden influir sobre la insulina así como en la vascularización.
Diversos estudios indican que hay relación entre los adipocitos y las células
del sistema inmune, a causa de un mecanismo de supervivencia y adaptación
metabólica bajo condiciones desfavorables. Actualmente se sabe que las
adipocinas contribuyen a la inflamación y la resistencia a la insulina que
presentan las personas con obesidad. Estas adaptaciones, junto con el estrés y
el sedentarismo actual, han contribuido al deterioro del organismo y desencadenan
la inflamación originada en el tejido adiposo.
El TNF-a (Factor de
Necrosis tumoral-a) antes mencionado, tiene tanto efectos locales en la
fisiología del adipocito (la unidad funcional de la grasa), como efectos generales
en otros órganos. El TNF-a disminuye la respuesta celular a la insulina y tiene
efectos sobre el metabolismo del colesterol y las lipoproteínas en humanos.
Vista la evidencia, en caso de dolor
crónico, si la persona padece obesidad o sobrepeso, tiene elevadas posibilidad
de mejorar su condición con una pérdida de peso saludable.
DN Carla Not