Durante el confinamiento por la pandemia de COVID-19, muchas personas, han experimentado un aumento de peso debido a los cambios en el estilo de vida. Uno de los principales factores ha sido la reducción de la actividad física, ya que las restricciones de movilidad y el cierre de gimnasios han hecho que nos movamos menos y reduzcamos nuestro gasto calórico diario.
Además, pasamos mucho más tiempo sentados, ya fuera trabajando desde casa o frente a pantallas, lo que aumenta el sedentarismo. A esto se suma un mayor consumo de alimentos ultraprocesados y snacks, impulsado por el estrés, la ansiedad y el simple hecho de tener la despensa al alcance todo el día.
Otro factor clave es la alteración del sueño. Los cambios en la rutina y el estrés afectan la calidad del descanso, lo que influye en el metabolismo y en las hormonas que regulan el hambre. Por otro lado, el impacto psicológico del aislamiento ha llevado a muchas personas a recurrir a la comida como una vía de escape emocional.
En general, el confinamiento ha creado un entorno que favorecedor para el aumento de peso, lo que nos recuerda la importancia de mantener hábitos saludables, incluso en circunstancias adversas.
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Laura Araez, clica
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DN Carla Not